miércoles, 20 de febrero de 2013

Malal


Seguramente nadie se acuerde de Malal, el Dios del Caos renegado, así como el Jerarca de la Anarquía y el Terror, aparecido en las primeras ediciones de los universos ficticios de Warhammer Fantasy y Warhammer 40,000. Según unas fuentes se trataría de una deidad menor, pero según otras Malal sería un ser a la par de los integrantes del panteón principal de los Dioses del Caos.
Malal, conocido también como "El Dios Marginado", "El Dios Perdido", "El Gran Vengador" y "El Dios Renegado", debido a su propia naturaleza, es el aspecto del Caos más terrible, ya que es la personificación última y definitiva de la tendencia indiscriminada y anárquica del Caos hacia la destrucción, incluso de sí mismo y de sus agentes, de la ciega venganza y la maldición eterna. La naturaleza de los poderes de Malal es parasitaria, ya que el poder del Dios Renegado solo aumenta cuando lo hacen los de los demás Poderes Ruinosos.
Malal adora usar engaños y trucos para hacer que los Dioses del Caos y sus seguidores se lancen los unos contra los otros. Un hechizo por aquí, un vial roto por allá, una tela retirada inoportunamente, un alzamiento o una simple palabra; estas son las herramientas que usa Malal para minar y destruir a los Dioses del Caos. Malal toma su poder de un grupo que lucha con relativo poco poder contra la figura de un gran opresor.
Su símbolo es un cráneo, mitad blanco y mitad negro, que puede ser estilizado, real o incluso uno bestial. El número sagrado de Malal es el 11, y sus colores sagrados son el blanco y el negro.
Existe un nombre susurrado en silencio y con temor incluso por los más depravados, malvados y enloquecidos adoradores del Caos. Dicho nombre es el de Malal, el Dios Renegado del Caos, un ser que representa a las tendencias caóticas de la Disformidad, y que es conocido por su odio hacia los cuatro Dioses Mayores del Panteón del Caos: Khorne, Nurgle, Slaanesh y Tzeentch.
Datei:Malal-symbol.gifHace eones, Malal fue expulsado del seno del Caos, pero nadie sabe si esto sucedió por decisión de los demás Dioses, o si lo abandonó por su propia voluntad. En cualquiera de los dos casos, posteriormente pasó a habitar en su propio reino en la Disformidad. En cualquier caso, la relación de Malal con los demás Dioses del Caos es bastante peculiar, ya que su deseo final es destruirlos a todos y cada uno de ellos, aunque con ello se debilite a sí mismo. Además, a pesar de su pertenencia indiscutible al Caos , representa incluso un peligro para sí mismo, debido a su consciencia autodestructiva. Sin embargo, nadie sabe lo que ocurriría en caso de que Malal venciera a sus hermanos, ya que hay tantas posibilidades de que se convierta en el dios supremo del Caos, como de que se destruya a sí mismo o de que lo destruya todo en una vorágine de destrucción. Nadie lo sabe, pero lo que es seguro es que cuando llegue dicho momento, lo único que habrá será una guerra eterna y sin final.
Al igual que sus otros hermanos, encarna una emoción engendrada de los seres inteligentes. En su caso, representa el sentimiento que posiblemente sea el más destructivo y poderoso de todos: el odio. Si algo que defina esta emoción es su carácter autodestructivo, por lo que convertirse en seguidor o paladín de esta deidad es una decisión prácticamente suicida, por lo que sus seguidores tienen que estar dispuestos a soportar grandes cantidades de sufrimiento, tanto físico como espiritual. Malal es mucho más directo que las otras deidades. Suele aparecerse a aquellos consumidos por el ansia de venganza y el rencor (especialmente hacia los paladines de sus hermanos) y les propondrá convertirse en sus seguidores. Es muy raro que le rechacen. Se menciona en muy pocos textos, aludiendo casi siempre a su carácter autodestructivo y a su inconmensurable odio hacia sus hermanos. Se le representa como un ser cubierto de heridas, con cadenas atravesando todo su cuerpo y suspendido en un vacío oscuro.
Todos y cada uno de los Dioses del Caos persiguen objetivos y propósitos de su propia cosecha y elección que, posteriormente, imponen a sus fieles. Sin embargo, el incomprensible credo de Malal les sitúa, tanto a él mismo como a sus seguidores, en una posición decididamente parasitaria. Los caóticos seguidores de Malal son guerreros proclives a actos de anarquía, dedicados al derramamiento de sangre y el asesinato, y que se implican en guerras y enfrentamientos no solo con los servidores del Imperio como también con seguidores y criaturas afiliadas con los Poderes del Caos. Es por ello que Malal es a la vez temido y odiado por los demás Dioses del Caos y, en una simetría especular, los seguidores de Malal son a la vez odiados por los demás fieles y seres del Caos, quienes los consideran renegados y marginados que no son apreciados ni por los aliados ni por los enemigos del Caos, según sean los deseos más ínfimos engendrados por la cambiante voluntad de su deidad protectora. Pocos seres humanos adoran a semejante deidad, y muchos menos permanecen con vida durante mucho tiempo a su servicio. Los lazos que unen al señor con sus vasallos siempre acaban por drenar las almas de los guerreros, y muy escasos seres humanos tienen lo que hace falta para liberarse o debilitar los lazos creados por Malal una vez forjados. Sin embargo, sus pocos seguidores son los más serviciales y más entusiastas de los cultistas seguidores del Caos. Cada siervo que trama contra su señor, cada trabajador que odia a su jefe, cada paseante que mira con rabia y odio los palacios de los ricos y poderosos, cada persona que grita con rabia contra los dioses carentes de misericordia por su situación en el mundo, alimenta el poder de Malal.

Al contrario que el resto de los Dioses Mayores del Caos, Malal puede ser invocado directamente al Materium si se realizan los suficientes sacrificios mortales y se le entrega un cuerpo que pueda actuar como huesped demoniaco. Cuando adquiere forma física, Malal tiene un aspecto humanoide con rasgos lobunos y de cocodrilo. Sus manos tienen 6 dedos y su rostro 3 ojos. De sus fauces sobresalen dientes como de león, tiburón, vaca y rata.
Su siniestro templo está desierto y es poco ostentoso y recargado (comparado con los de los demás Dioses). Fuegos encantados iluminan las estancias del templo y se pueden vislumbran entre su parpadeos partes del futuro. La más grande de sus salas muestra los trofeos logrados: en su templo tiene un Señor de la Trasformación desplumado y herido y aislado mágicamente en una jaula colgada del techo, a un Devorador de Almas que está clavado a la pared con pinchos que atraviesan sus miembros mientras ruge de furia e impotencia, a un Guardián de los Secretos cegado, sin poder oír ni oler ni saborear ni percibir sensaciones, que está flotando en el aire, y una Gran Inmundicia encerrada en un sótano donde miles de cosas la atacan constantemente solo para que se regenere para así poder volver a atacarle, causándole un dolor mortal, continuo y aterrador. Por si fuera poco hay docenas de Campeones de los otros Dioses exhibidos, impotentes y aislados de sus amos. Múltiples acólitos corren en la oscuridad inscribiendo las características de los que están siendo exhibidos y colocando los nuevos que llegan.

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